La historieta se convirtió en
propaganda durante la Guerra Civil española. No obstante, los milicianos y los
militares golpistas utilizaron el noveno arte de forma desigual. En la zona
sublevada, los tebeos dirigidos a niños pronto rezumaron doctrina. Por el
contrario, en las regiones leales a la República no dejaron de publicarse
historietas llenas de aventuras para deleitar a los más pequeños. "En la
España sublevada, los tebeos formaban parte del aparato propagandístico. Los
hijos de los requetés recibían el nombre de pelayos, y los de los
falangistas, balillas, aunque luego los rebautizaron como flechas.
El lenguaje sencillo de los tebeos facilitaba su adoctrinamiento",
sostiene Antonio Martín, comisario de la exposición La jaula de la memoria,
que puedo visitarse en el Salón del
Cómic de Barcelona del año 2006.
Los títulos que se publicaban en el bando llamado nacional
eran muy pocos, porque las editoriales más importantes se encontraban en
Barcelona, Valencia y Madrid, ciudades en las que no triunfó la sublevación. De
ahí que los tebeos franquistas tuvieran una escasa calidad. Sin embargo, estas
historietas mejoraron mucho gracias al trabajo profesional de ilustradores de
derechas que huían de Cataluña, donde existía una riquísima tradición de humor
gráfico.
Uno de ellos, Castanys, fue el
autor de las viñetas más brutales, como se puede constatar en sus ilustraciones
para la revista tradicionalista Pelayos. "Tengo sed de robar y asesinar,
por algo soy rojo", se lee en una de sus historietas infantiles. En la
portada de la revista Flechas, semanario infantil de la Falange
Española de las JONS editada en Aragón en 1936, se ve a un niño extasiado dando
la bienvenida con el saludo fascista al nuevo amanecer que empieza en España.
Durante mucho tiempo, los tebeos republicanos para niños fueron menos
virulentos y mantuvieron sus contenidos infantiles con protagonistas como la
popular actriz Shirley Temple. Como mucho, aparecían Laurel y Hardy -conocidos
aquí como el gordo y el flaco- vestidos de milicianos, pero en
devaneos bufos. Empresas como la Hispano Americana, aunque se colectivizaron,
siguieron publicando sus populares tebeos de aventuras, como La revista de
Tim Tyler.
La situación era similar en las
tiras cómicas para adultos que se incluían en los periódicos y otras
publicaciones. "Algunas eran propagandísticas, pero no en su gran mayoría.
Daban, sobre todo, instrucciones para conservar en buen estado las armas y para
evitar contraer enfermedades venéreas y de otro tipo. Varios de estos
periódicos se editaban en el mismo frente o en la retaguardia más
inmediata", asegura Martín. Así ocurría, por ejemplo, en la delirante
historieta Hay que evitar ser tan bruto como el soldado Canuto,
publicada por el Comisariado General de Guerra de Madrid. "Cataluña acogió
a muchos niños madrileños que escapaban de los bombardeos. Aquí había decenas
de colonias infantiles. Para ellos se editaban revistas bilingües, en catalán y
en castellano, como Estel o Mirbal, que no tenían un interés
ideológico".
Y en el lado franquista, todo lo
contrario. "En el año 1937, con la reunificación de falangistas y
requetés, la prensa se dedica a cantar las glorias de Franco. Los tebeos de los
sublevados le colman de elogios como salvador de la patria", dice Martín.
"Miguel Mihura dirigía la revista La Ametralladora, en
la que colaboraba Tono y que fue un claro antecedente de La Codorniz.
En ella se ridiculizaba a los rojos y se solía repartir por todo el frente.
Eran bastante beligerantes. Jugaban mucho con el maniqueísmo más rancio",
agrega.
La exposición de La guerra de
papel se completa con otra en la que se han reunido tebeos sobre la Guerra
Civil de autores nacionales y foráneos publicados desde la transición hasta
hoy, y otra en la que se rinde homenaje a Carlos Giménez, el más destacado
cronista gráfico de la posguerra y cuya obra publica Glénat.
El dibujante Vittorio Giardino
aprovechó su visita a Barcelona para documentarse y poder concluir su trilogía ¡No
pasarán! (Norma), protagonizada por el burgués y aventurero Max Fridman.
El rigor histórico es una de las obsesiones de este autor. "Aunque se han
escrito muchos libros sobre la Guerra Civil española, es difícil descubrir
algunos detalles. Por ejemplo, saber el valor de la peseta en noviembre de
1930. Un novelista puede escribir que un hombre entra en una tienda y se compra
un sombrero, pero yo tengo que dibujarlo", explica Giardino. "Esta
trilogía reivindica la recuperación de la memoria histórica. Puede parecer
extraño que un dibujante italiano se interese tanto por la Guerra Civil de
España, pero la cosa tiene truco. También en Italia hubo una contienda civil al
final de la II Guerra Mundial. Yo nací después, pero en mi familia se contaban
muchas historias sobre aquella época. Varias de estas historias me han servido
de inspiración", apunta el autor, y añade: "Empecé esta obra cuando
se produjo el cerco a Sarajevo, que me parecía similar al que había sufrido
Madrid".
El humorista Forges ha reunido
sus viñetas sobre aquella dramática contienda en Historia de aquí. La
guerra incivil (Espejo de Tinta), primero de ocho volúmenes en el que
Forges repasará la historia española. "No creo que España sea un buen
nombre. Tendría que llamarse Las Españas. Por eso le he puesto ese título al
libro. ¿Por qué historia de España y no del reino de los tartesos? Los tartesos
estuvieron por aquí más de 700 años", apunta Forges.
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